Una lágrima de rocío resbala por la única hoja que al árbol
le queda. Se resiste a caer, pese a lo adverso de su situación. En mi cabeza,
el otoño hace estragos, inundando todo con un festival de colores que
emborronan mis inconexos pensamientos.
Es el último batir de alas de aquella que en su día fue
mariposa en todo su esplendor, y que, ahora, sosteniéndose con dificultad sobre
el borde de mi taza de café intenta morir con dignidad.
A partir de ahora, el invierno derruirá todo, convirtiendo aquellos
latidos impávidos de tu efímera duda en un simple arrollo congelado, inmóvil.
Que sea así, también, con todo mi ser. Que no quede nada, ni amor, ni dolor, ni
alegrías ni penas, para poder así resetearme.
[... y volver a ser la que pienso que
era yo... ]
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