Y aunque su corazón había vuelto a arder, llovió.
Llovió con tanta intensidad, que apagó el volcán.
Ríos de lava, que otrora hubieran arrasado por doquier, eran ahora convertidos en frías e inertes piedras.
Piedras que no sentían. Piedras incapaces de amar.
Volcanes extintos. Dicen que es ley de vida y del tiempo, extinguir todo lo ardiente a su paso, para que sólo queden indicios de lo que antaño fue fuego.
Y sí. Llovió.
Y no sabrá si algún día volverá a hacer calor.
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1 comentario:
Seguro que allá donde quedó arrasado todo, nacerá verde y desafiante la más bella de las flores. Fuerte y sabia.
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